domingo, 13 de septiembre de 2015

COSTUMBRES CERVATAS: LA CARBALLEDA – 1920.


"Costumbres cervatas".
Romería de La Carballeda.
 
   "El despertar de una mañana de septiembre en tierra cervata forzosamente ha de ser alegre y seductor. Al “serdedía”, que diríamos, cabalgábamos en un magnífico caballo, aparejado de gran gala, como si intentásemos venderlo a los gitanos, camino de Rionegro, lugar donde está enclavado el famoso Santuario de la Virgen de la Carballeda. Pronto dejamos a la espalda el lugar cervato de nuestro marquesado. Las alondras elevaban su vuelo al cielo, saludando al nuevo día con sus dulces y armoniosos cantos. A la derecha, y antes de las viñas, veíase a dos rapaces que hábilmente colocaban sus parrillas para cazar a los incautos picanzuchos. Recordamos que antes era Quintanilla el campo de estas operaciones; pero se conoce que el cambio de equinoccio de que nos habla un antiguo buen amigo también influyo en las aficiones de los pájaros.

Virgen de La Carballeda.
         Seguíamos andando, presumiendo ser los primeros cervatos que llegásemos ante el altar de la Virgen para hacer nuestra ofrenda llena de fervor; mas sufrimos una contrariedad, pues antes de llegar a Prado Redondo vislumbramos algo que resultó ser otros cervatos muy conocidos por esta afición, que madrugaron más que nosotros. Dímosles alcance y trabamos conversación sobre asuntos locales, que nos entretuvo agradeblemente todo el camino, con un pequeño intervalo, que consistió en rezar el rosario al pasar por el nivel de la famosa encina que se halla en el camino  que, además de la historia, vale la pena recordarla  por su espesor, que no han podido abarcar siete hombres con sus brazos enlazados. Esto del rosario tiene un pequeño intríngulis que nos conviene aclarar, porque dicen de muchos que sólo lo rezan ese día para no ser engañados por los gitanos; nosotros, en cambio, lo hicimos por convicción y respeto a la tradición.
         Ya en Rionegro procuramos confirmar nuestro encargo con una pequeña modificación, que consistía  en que aumentasen la cantidad de pimientos con que se condimentan los clásicos pollos de ese día. Después presenciamos infinitas habilidades de la gitanería. Visitamos los puestos de las avellanas. Vimos los pavos que han de servir para festejar la Navidad. En otro lugar, la mujer-mariposa, que nos costó diez céntimos. Al lado, un gigante y un liliputiense, y mil espectáculos y sacadineros de una candidez extraordinaria.
Romería de La Carballeda.
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         Las doce aun no habían sonado; pero los estómagos clamaban por entretenerse, y allí en casa de la hija de Leonor, que bien ganada tiene la fama, nos dieron un banquete como para recordarlo toda la vida. En fín, que vale la pena de ir a la Carballeda sólo por tomar los pollos.
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         El mismo afán de llegar los primeros nos guiaba para ser también los primeros que efectuásemos el regreso; y antes de hacerlo nos acordamos de comprar los tamboriles, flautas y gaitas con que obsequiar a nuestra gente menuda.
         Éramos los primeros emisarios de la fiesta, y, además de la prole para recoger los regalos, nos esperaban las pocas personas que habían dejado de asistir, ansiosas de conocer detalles.
         Devolvimos el medio de locomoción que nos prestaron para asistir a la fiesta, dejándolo comprometido para el próximo año, que sólo con esa anticipación se puede conseguir caballo para tal día. Así acabó la fiesta de la Carballeda.

EL MARQUÉS DE VALDARCOS.”

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